.
Por Eulalio Almonte-Rubiera
En días pasados, de manera inesperada me topé con un viejo amigo que, por su actitud, me pareció que esta frisado en el tiempo, y por lo tanto parece que aun me ve como si se tratara de aquel joven comunicador que durante doce anos ‘aquellos’ del gobierno de Joaquín Balaguer, dirigía el que sin duda alguna constituía el mas aguerrido de los espacios noticiosos de todos cuantos hemos tenido ¡y que han sido muchos! Me refiero a Noti-Tiempo, de la emisora Radio Comercial.
El amigo no terminó bien de darme su efusivo saludo, preguntarme por mi salud, mi familia y otras etcéteras, cuando me espetó una denuncia, --muy grave si se quiere, acerca de un funcionario que en una demarcación de nuestra frontera con Haiti habría estafado a decenas de personas que empeñaron hasta sus sueños para alcanzar la promesa hecha de conseguirles visado para viajar a naciones del continente europeo. Le escuché con atención, pero no estoy en ejercicio activo, y apenas lee usted lo que la benevolencia de algunos amigos me permite insertar en sus medios.
La denuncia de este hombre traslucía un dejo de frustración, ¡y no es para menos! A su entender, algunos amigos suyos que sirven en medios de gran aceptación a nivel nacional, estaban dándoles de lado a lo que para él --y ahora para mí también, constituye algo muy grave, si es que en verdad el tal funcionario cometió los hechos de que se les acusa. La indignación que se apreciaba en aquel amigo me hizo reflexionar, y me animé a emborronar unas cuartillas con algo que mi primo Tito Reynoso llamaría “una escribanza”, y no hacerme cómplice del silencio de otros. El matutino gratuito Diario Libre ya ha publicado la denuncia, pero de todos modos aquí les cuento.
Hace ya muchos anos, un escritor galo puso en manos del público occidental un libro en el que recogía una serie de acontecimientos históricos que poca gente conocía, por lo menos con los detalles que en su obra revelaba. La titulo “Lo que la prensa calla”.
Ahí conocí de manera pormenorizada, el origen y el discurrir de la vida de personajes que la prensa nuestra, principalmente en esta parte del Hemisferio occidental, no hacia de nuestro conocimiento.
En las páginas de ese libro aprendí acerca de un joven que, en su condición de cadete del Ejército de Lybia, realizaba estudios en un país de Europa, el que luego seria conocido como el Muammar Abu Minyar al-Gaddafi, (coronel Khadafi. Eran aquellos los tiempos del ya enfermo rey Idris I, cuyos funcionarios derrochaban en casinos de ultramar lo que en buen derecho correspondía a los habitantes de aquella empobrecida nación africana
Cuenta que Khadafi, quien sentia gran admiración por el entonces presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser fue testigo de excepción de un acto que lo lleno de indignación, verificado en el tesorero de la monarquia Libia quien, en un casino, habría perdido, en una sola noche, el equivalente a un millón de dólares. A partir de ese modo, la historia de Lybia seria otra, aunque no precisamente en término de libertades al estilo occidental.
Escribía aquel autor francés sobre diversos personajes cuyos orígenes la prensa callaba de manera cómplice, pero, en forma particular llamo mi atención lo que decía acerca de otro hombre cuya fama ya se extendía por el mundo, pero de quien pocos sabían su real origen: Saddam Hussein, de quien hacia una descripción en la que explicaba como siendo un niño de apenas unos doce años desafió, solo, las inclemencias del desierto, para con el tiempo recibirse de abogado y convertirse mas adelante en el jefe absoluto de Irak, aquel patrimonio cultural de la humanidad situado en las inmediaciones de lo que antaño fue la gran Babilonia, un imperio fundado mas de 2,500 años antes de la venida Jesús.
Así, el escritor nos lleva de las manos por sendas históricas como nunca antes nadie se atrevió hacerlo, y puso luz en las mentes de quienes se interesan por conocer, si no su historia, los atributos de aquellos hombres que de algún modo contribuyeron a modificar el curso de la historia.
En mi condición de comunicador iniciado en los albores de la década de los ’60, debo confesar, sin rubor alguno, que aunque he conocido muchas interioridades de personajes de nuestra historia contemporánea, nunca jamás se me ha ocurrido tomar el bisturí y escindir sus tuétanos sociales y exponerlos para consumo publico. Esa es tarea para estudiosos de la conducta y la personalidad humana.
“Lo que la prensa calla” es una obra que bien podría estar diciéndonos lo responsables que resultamos ser en muchas de las cosas que ocurrieron ayer, ocurren en nuestro presente y seguirán ocurriendo mientras no estemos todos en capacidad de vestir los pantalones largos de la responsabilidad y la honestidad, aunque por derecho a la subsistencia laboremos con nuestros cerebros intervenidos, de la misma forma en que los son muchos de los medios del país.
La respuesta al por qué callamos está guardada en el mismísimo baúl en que se aposenta la miseria humana, y no precisamente en esta vieja obra que todavía espolea estas citas mías.
(El autor es periodista, ex director de medios)
Pero amigo mío si es que los periodistas no decimos ni una tercera parte de las cosas que sabemos, imagínese si usted, Radhamés Gómez P. Juan José Ayuso, El doctor Molina Morillo, Don Cuchito Álvarez, y un par de docenas de etc., dijeran todo lo que saben y han tenido que callar no por miedo, si no por prudencia, porque imagínese el bréjete si hablamos de pelo a pelo y lo decimos todo, hace tiempo quiero escribir en ese tenor y no se porqué no me atrevo. Por ejemplo cuanto daño podemos hacerle a los hijos de un malvado responsable de haber cometido horrores mientras ellos estaban en la escuela o en regazo del hogar ignorando que eran hijos de un depredador de los dineros del pueblo, represor de libertades y truncador de voluntades. Definitivamente su artículo vale hay que escribir en el acto, en el momento mismo que ocurren los hechos. ¡Nunca debimos callar! (MI)
viernes, 23 de noviembre de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario