Por Eulalio Almonte-Rubiera
En una aparición publica que sus voceros dijeron en su oportunidad que había sido diferida a consecuencia de la tormenta Noel y su secuela de destrucción y muerte, el presidente de la Republica, Leonel Fernández, presentó ante el país un conjunto de medidas con la que él y sus técnicos se proponen enfrentaran con éxito la crisis que plantea la carestía de los hidrocarburos.
Echó manos el presidente Fernández a viejas promesas, y las repitió como sacadas de un taller de orfebre, reluciente, y la mezclo con otras cuya sola enunciación hace presumir que el mandatario tiene la convicción de que estará sentado en su poltrona por muy largo tiempo.
Lo escuche con mucha atención, porque creí que ahora si, que en esta oportunidad daría en el clavo de las soluciones practicas, realizables, y que dejaría de lado la retórica, el sofisma, el encantamiento de serpientes, para poner sobre rieles el metro del pragmatismo.
Pero no. Prefirió irse por la tangente, en linea recta nos deslizo por las pendiente enjabonada de lo que mejor ha sabido hacer, y que ha hecho por mucho tiempo, la manipulación de la comunicación virtual, en donde lo subliminal se superpone a lo real y nos hace ver cosas que, de ser ciertamente ciertas, rebosarían de felicidad todo nuestro ser.
Como estamos en una campana política abierta por demanda de las circunstancias, no sabría decir con certeza si la noche del discurso escuchaba al jefe de Estado, o simplemente oía a un candidato ofertando a sus conciudadanos una sarta de cuentos olvidados por muchos, porque correspondían a la colección que algunos de nuestros padres leían para provocarnos al sueño.
En la pieza, finamente hilvanada, hay, es noble reconocerlo, cuestiones realizables en lo inmediato, pero también otras que habrán de quedar revoloteando en las mentes arrebatadas de los que gustan de la ciencia ficción, o de los mas versados, de aquellos pretendidos estudiosos de lo quántico.
Como discurso, me parece muy propio de una nueva historia… para ser contada. Pero no hay que desesperar, el tiempo, el padre Tiempo, siempre tendrá la ultima palabra.
El autor es periodista, ex director de medios escritos y radiales
viernes, 16 de noviembre de 2007
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