martes, 20 de noviembre de 2007

Me acabo de inventar un vocablo: Noelístico

Por Eulalio Almonte-Rubiera

No es nada extraño. La Real Academia Española de la Lengua se la pasa aceptando, como bueno y valido, lo que la gente dice para comunicarse, y que se da a entender.

Noelístico viene a ser algo así como un derivado de lo producido por Noel, la tormenta que de manera cierta puso al desnudo la hipocresía de un gobierno rico al frente de una nación que se cae a pedazos, como el planeta mismo.

El espectáculo Noelístico se verificó en San José de Ocoa, donde el gobierno y Leonel Fernández mudaron sus despachos, por unas cuantas horas, para decirle al país, --no a la gente de una comunidad severamente afectada por la tormenta, que invertiría mas de 600 millones de pesos para enfrentar los daños ocasionados por las lluvias.

La reunión se hizo para ocoeños, pero no se acepto que la gente de Ocoa se expresara frente a sus legítimos representantes; tampoco se dio acceso a los medios de prensa, para que los primeros expresaran sus necesidades y, los segundos, cumplieran con su función de informar con los niveles de transparencia que una administración que lo compra casi todo permite.

Evidentemente, lo que se nos ha dicho es algo que ya había sido formulado en las frías oficinas de Palacio, en la capital, pero era necesaria una pose noelistica, propagandística, para decir lo bueno, lo espontáneo y eficiente de un gobierno que no pudo ni siquiera decirle al país que Noel venia por ahí y sus posibles consecuencias, tal como lo había anunciado la Meteorología de Estados Unidos.

La gente de Ocoa, que es un pueblo civilizado, apeló a los cartelones para llamar la atención del presidente de la Republica, pero una funcionaria joven, elegantemente vestida, quiso impedirlo bajo el alegato de que no era el modo de dirigirse al jefe de Estado. Las cámaras de televisión la captaron abandonando el lugar, quizás avergonzada por su ‘democratica’ noelistica acción.

La gente no estaba vociferando, no estaba quemando gomas, no estaba tirando piedras, sino apelando a un método civilizado, como se estila en países con bajos índices de analfabetismo, y niveles de pobreza tolerables. La protocolar joven, -de seguro atendiendo instrucciones, no lo entendía así.

Hubo quienes dijeron, y las cámaras de televisión lo presentaron al mundo, que las promesas que se hicieron y que luego fueron ‘formalmente’ anunciadas por un vocero palaciego, ya habían sido hechas por el propio Gobierno peledeista. No sabemos si es cierto, porque es tanta las promesas hechas, que se ha perdido la cuenta.

Y es que, como hace 2,300 años advirtió el filósofo griego nombrado Aristóteles, si una persona habla mentira una y otra vez, recibirá como castigo la incredulidad de la gente. Vivimos en el 2007. “El peor castigo para un mentiroso es que nadie le crea aun cuando este diciendo la verdad”, es lo que la Historia atribuye a Aristóteles.

“La gente quiere acción, no palabras,” decía uno de los carteles que de manera civilizada levantaba un ciudadano de los tantos que quisieron, pero no pudieron, hacer oír su voz ante la

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