Por Eulalio Almonte-Rubiera
Quienes gustan de examinar discursos a partir de su contexto y estructura, suelen acudir a pensadores como el Herbert Marcuse, Xavier Laborda u otros con destacada participación en el estudio de disciplinas propias de la Lingüística, para en un ejercicio de implícita autocomplacencia extenderse en consideraciones filosóficas. Que bueno que así sea.
En mi impenitente condición de emborronador de cuartillas no pretendo trascender las barreras de lo que a mi juicio debe de estar al alcance de aquellos que gritan sin que se les escuche, y cuyos razonamientos se vuelven añicos antes de que puedan salir del encéfalo en que se aprisionan sus angustias. Quiero ser solo memoria de su eco.
Así, entonces, quisiera expresar mi lectura de lo que ellos también escucharon decir al doctor Leonel Fernández, en su condición de candidato que por tercera vez tercia en unas elecciones en representación del gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con la intención de seguir al mando de la cosa publica.
Dicen que quien pronuncia un discurso tiene que sentir lo que dice como si se tratara de algo en lo que en realidad creyera; no importa que este haciendo ver realidad donde solo haya ficción, pero es su tarea la de llevar al convencimiento de su auditorio, y con autoridad, que lo que dice tiene peso de ley. Es una de las formas de cosechar algo mas allá de los aplausos comprometidos.
Lo he dicho una y otra vez, Fernández tiene dominio de la comunicación y en esta oportunidad, a sabiendas de que su posicionamiento electoral no es el mejor, maniobró para llegarles a quienes entendería no van a razonar mucho en sus palabras y convencerlos de que con cuatro años mas de gobierno el podría hacer tanto que solamente le faltaría acuñar un nuevo nombre para el país.
Habló de la eficacia de su gobierno para edificar obras en donde otros habrían fallado, y si en verdad alguien le suministró datos conocidos, documentados y guardados en archivos fílmicos y escritos y aun así dijo cosas que están lejos de ser verdad, lo menos que debería de hacer es exigir a tales colaboradores que dimitan de sus cargos.
De lo contrario, entonces estaba poniendo al desnudo la creencia que otros tenemos de que necesitan ofertar cuanto sea posible a gente de aquellos lugares en donde su partido no ha logrado convencer al electorado, aunque en publico se insista en exhibir una fortaleza que en su caso particular esta muy lejos de ser cierta.
En mi lectura del discurso puedo ver que hablaba el doctor Fernández para que gente de Monte Cristi, por ejemplo, creyera lo que decía acerca de San Pedro de Macorís y viceversa; que planteaba cosas para consumo de lugareños de aquí y acullá cuyos votos necesita con gran premura, para tratar de convertir en realidad su sueno de cuatro años más, y que tomó zonas especificas en donde la intención del voto no le favorece. Diría un amigo mío ¡vendía musarañas!
Hizo un ejercicio de mesura aparente, pero en su rostro se leía el apremio de su yo interior que a través de sus labios solicitaba con ruego vehemente que se le de una nueva oportunidad, lo que contradice la afirmación de que ganarían ampliamente en primera vuelta y su descalificación en termino porcentual del candidato Miguel Vargas, contra quien fueron dirigidos todos los dardos envenenados, ignorando adrede a otros a cuyos seguidores a puesto precio y que alguna vez formaron parte de aquel ejercito de “viralatas”.
Esperemos un poquito, que a su tiempo maduran las uvas.
(El autor es periodista ex director de medios y ejecutivo de Comunicación del MVP)
domingo, 27 de enero de 2008
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