viernes, 11 de enero de 2008

Yo también quisiera saber…

Por Eulalio Almonte-Rubiera

Los aires se saturan de interrogantes, y el hombre que forja su vida a golpe de martillo bajo el sol que abrasa quisiera conocer de respuestas que, como axioma de Justicia, les lleguen tempranas, oportunas y ajustadas a la verdad.

Los que han dejado huellas visibles en los difíciles y angostos caminos de la vida, se preguntan a cada paso cuando y como vendrá la recompensa que corresponde a todo esfuerzo realizado de cara a cumplir con el mandato divino de que ganaras el pan con el sudor de tu frente.

Esta ese hombre en el derecho de saber si existe alguna formula secreta para premiar a sus iguales, y si le asiste algún canon en donde se establezca su derecho a crecer sin que ello constituya afrenta ética o vaya contra las leyes y estatutos del Dios suyo.

Querría conocer por qué él y los tuyos tienen que morirse tirados en el pasillo de un hospital cualquiera; enterrados en una tumba sin cruces y condenados al fuego eterno sin que el Supremo haya conocido aun de sus pecados.

Busca respuesta al porqué las nalguitas de sus hijos se acalambran al recibir docencia sentados en rústicos bloques de concreto, cobijado solo por la sombra de un árbol generoso que como venado apocalíptico brama por agua en la aridez de su particular desierto.

A lo mejor se le presenta la oportunidad de conocer de primera mano como hacer para producir un salto cuantitativo y cualitativo, para dejar de habitar una choza inmunda, adquirir un automóvil ‘todoterreno’ ultimo modelo y tener una cuenta codificada en un banco detrás de los Alpes suizos

En un debate de políticos presidencialistas para presentar propuestas, programas de Nación o cualquier otro proyecto de interés para el país, conocería si acaso resulta necesario ir de rodilla a la basílica de Higüey a rezarle a la virgencita de La Altagracia, o en sueño arrodillarse en la Cathedrale de Notre Dame para de un punto menos que nada saltar a la prosperidad.

Tendría el chance de conocer como se hace un mortal como él para dormir tranquilo a sabiendas de que le ha comido el almuerzo a un tísico desahuciado o bebido en botellas de champagne el suero salvador de un damnificado de Rafey o consumido en caviar lo que en justicia correspondería a un cosechero de arroz del bajo Yuna o al salinero de Barahona.

Quizás no habría que llegar tan lejos para encontrar respuestas a las demandas de corregir distorsiones en los niveles de vida de gente que sirve al Estado desde diferentes posiciones, con la única y notoria diferencia de que unos trabajan poco y reciben millones en sueldos, viáticos y prebendas, y otros trabajan mucho, arriesgan todo a cambio de míseros y tardíos salarios.

Otras muchas respuestas quisiera conocer el hombre sin voz para saber, por ejemplo, si la ración del boa de que una voz habló el doctor Joaquín Balaguer sigue alimentando culebritas verdes o si por el contrario es lo suficientemente abundante como para mantener cebada la Anaconda que viste el colorido traje del cohecho.

A lo mejor alguien le daría a este don Pueblo una explicación valedera de por que se le llama ‘canalla’ a un joven de su propia parcela, por haber ‘jalado’ las corbatas a compañeros suyos que se prestaron a pasar por debajo de la mesa asignaciones presupuestarias para alimentar una nueva forma de alzarse con el santo y la limosna de los santos y que llaman ONG.

Hasta comprendería por que hay tantas gentes paradas en firmes procurando una estrella, cabildeando desde muy temprano un puesto con derecho a firma o autoridad para levantar prohibiciones, aprobar compras millonarias o simplemente asesinar ríos y manglares para complacer a la pobre y tierna amiga del amigo de un pariente lejano.

Talvez llegaría a conocer cual es el encanto de la silla de alfileres paridora descarada de multitud de proles nauseas; que es lo que la hace tan apetecible si como se oye decir es un calvario en el que el holocausto de sus gentiles son tan grandes que hasta los dioses a que sirven les adelantan con generosidad excelsas premiaciones cuyas bondades habrán de alcanzar a descendencias mas allá de una quinta generación.

Y ya no tendría necesidad de hacer más preguntas necias, solo enterrar el hacha de sus luchas por la maltrecha Patria y echarse en brazos de la Providencia confiado en ser redimido del Seol de la pestilencia que respira y que, como anuncia el profeta Oseas, esperar que finalmente venga el soplo solano del Dios vivo y cumpla su promesa de esconder de aquellos toda compasión.

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