martes, 6 de mayo de 2008

Un bocado de mi arroz cenagoso…

Por Eulalio Almonte-Rubiera

Los campos de batalla han sido utilizados por naciones poderosas y tecnológicamente avanzadas cual tétrico laboratorio en el que se calibra la capacidad destructora de armas concebidas para violar el Quinto Mandamiento de la Ley de Dios, sin temor al castigo que en tiempo oportuno habrá de llegar.

En otros escenarios, en el meramente político, entre los dominicanos hemos visto como durante campañas políticas como la presente, se pone a prueba la capacidad de asimilación del pueblo llano al bombardeo de consignas y manejos mediáticos de cara a torcer la voluntad y decisión del votante, con la falsa creencia de que se esta frente a una manada de borregos.

Hay quienes parecen creer que el pueblo pobre realmente no piensa, por aquello de que el mal ‘comío’ no piensa. Craso error.

A propósito de la escasez de alimentos que afecta al país, y por vía de consecuencia el consiguiente y significativo aumento en los precios de la canasta de productos de consumo diario principalmente entre la gente de mas escasos recursos económicos, los estrategas de la política oficialista han pretendido confundir al dominicano común con la manipulación de informes provenientes de organismos internacionales.

A nosotros se nos quiere hacer creer que andamos escasos, porque el mundo anda de cabeza; que somos victimas de una crisis que afecta a todo el planeta Tierra, y por diferentes medios se remacha el tema, con un único objetivo: modificar la tendencia manifiesta del voto consciente que ya se ve venir.

Leonel Fernández y su gabinete económico y los que con estos señores cantan irreverentes el Aleluya, saben muy bien que la escasez que afecta al país nada tiene que ver con que la poderosa China continental haya entrado al mercado y adquirido todo cuanto necesita para alimentar a sus millones y millones de almas; tampoco que la ex Unión Soviética este participando de un mercado abierto.

Esta gente sabe que el conuco, la finca, la hacienda en San Juan de la Maguana, en Mao o en el bajo Yuna, para solo citar tres ejemplos representativos de nuestras zonas productoras, no producen porque les ha faltado atención oficial; no producen porque no ha habido recursos para preparar la tierra, ni para la compra de semillas ni mucho menos para soportar el periodo de producción y cosecha, porque no ha habido una política oficial de protección al productor nativo.

Esos conucos, esas fincas, esas haciendas no están ubicadas en Vietnam, porque el arroz que producen es de nuestras ciénagas; que las alturas de San José de Ocoa que producen nuestro café no están en Colombia ni en ninguna otra parte de la zona andinas; que las habichuelas pintas de San Juan no se producen acullá, y que tu y yo, antes que un “Chiquita banana” de Costa Rica preferimos un guineo barahonero, Jhonson o como se le llame.

Porque tú y yo preferimos un bocado de nuestro arroz cenagoso, de aquel arroz salido del pilón de nuestros abuelos, o el de las tantas factorías que debido a la falta de uso languidecen y ven sus instalaciones caerse a pedazos. Preferimos los productos de una tierra que esos mismos organismos internacionales que hoy hablan de hambruna han dicho tiene capacidad para alimentar a mas de 30 millones de personas, y aquí apenas somos nueve millones de habitantes.

Pero eso tiene que terminar, así como también las manipulaciones insultantes de nuestra nula conceptual inteligencia ¡pero ya! ¿Verdad Miguel?

(El autor es periodista, ex director de medios)

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