Por Eulalio Almonte-Rubiera
En mi descendencia, que no es mucha, hay cuatro nietas y dos nietos, sobresaliendo por sus altas calificaciones escolares una adolescente de nombre Michelle Ortiz, quien desde ya aspira a convertirse en una medico pediatra, pero con la salvedad de que su titulo debe provenir de Harvard, una de las mas prestigiosas universidades del mundo. Ojalá que así sea, aunque hay que apretarse los cinturones para cabalgar esas cordilleras del saber.
Cuando tenía unos cuatro años, su madre Alessandra la envió a Santo Domingo para que se compenetrara con el idioma de sus ancestros, el español, y así lo hizo. Tiene gran dominio de la lengua de Cervantes, y es excelente en el idioma de Shakespeare, habiendo logrado 49 reconocimientos como una de las primeras estudiantes de su nivel en el estado de New Jersey.
Michelle lee como si quisiera devorar las paginas que caen en sus manos, y lo hace desde muy pequeñita, al punto que cuando la visitaba siempre revisaba mi auto para ver si había algún libro y pedírmelo prestado. El argumento fue siempre el mismo: “abuelito, te lo devuelvo mañana.”
Quiero a toda mi descendencia, aunque no podría ocultar mi admiración por Michelle.
Hecha la introducción, quiero decir que también admiro a otros que nada tienen de consaguinidad conmigo, ni mucho menos de afinidad profesional o política. Es el caso del doctor Pedro P. Yermenos Forastieri, a quien no conozco en persona y de quien tengo entendido que, además de columnista de El Nacional, ejerce la profesión de abogado. De su hermano, por boca de Alvarito Arvelo, he conocido que figura entre los más destacados dermatólogos del país.
En semanas atrás leí que Yermenos era miembro del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y que disgustado había renunciado. No me dio frío… ni tampoco calor, porque no es asunto que me incumba, porque de el tomo lo que me interesa, que es su estilo y de responsabilidad de decir y proyectar su pensamiento.
Cada vez que he tenido la necesidad de estrujar mi origen en la cara de alguien, hablo de mis padres, de don Tomas y de doña Matilde, símbolos que fueron de la pequeña sociedad en que di mis primeros pasos, y hablo con orgullo de los manantiales en que abrevé mis primeras enseñanzas: doña Carmen Jimeno de Rojas, doña Nena, doña Goya, de Isaac, de Nano, de Lucy Dalmasí, de doña Catalina Medina de Montes de Oca y de mi nunca bien recordado director en la “Casimiro Nemesio de Moya, el profesor Rene Díaz Madera.
Son referentes morales que ocupan sitial de primer orden en las profundidades de mi carácter y condición de hombre.
¿Y eso, que tiene que ver con el doctor Yermenos? Mucho. Este profesional habla de su padre, y lo hace con la reverencia de quien tiene la firme convicción de que por si y por respeto a sus padres, no habrá de falsear sus pisadas. De el he leído hoy una columna que quisiera sirviera de norte a muchos de los nuestros, para que por lo menos una vez en su vida honren a sus ancestros.
Yermenos trae ante nosotros, sus lectores, este párrafo ilustrativo de la reciedumbre de su padre, y yo me permito copiarlo, de manera que en el también pueda honrar yo, y usted, la memoria de los míos, de los nuestros.
Leamos:
“Querido Pedro Pablo, el comenzar una carrera universitaria implica sacrificios. Espero sigas el ejemplo de tus hermanos. Los vimos partir con el alma rota, pero sabíamos que había que darle paso. Salieron uno tras otro. Al ver tu partida, que es la última y quedándonos solos, el alma se nos destroza más. Sabiendo que con esta separación buscas nuevos horizontes y superarte en la vida, espero, si en realidad existe un más allá, desde él seguir bendiciéndolos y ayudándolos. Recuerden siempre con veneración y amor a su mamá, reconociendo que ustedes son parte íntegra de sus virtudes y ejemplo. Pedro Pablo, lleva siempre en tu vida la lealtad, honradez, gratitud y, sobre todo, seriedad. Con el amor verdadero de tu Papá.”
Ojalá que el mañana que nos espera a todos, mis nietos y nietas, y en particular la Michelle de mis sueños, pueda decirle al mundo que su abuelito la guió por las sendas que Dios ha reservado para ella, que todo lo creado por Dios están preñadas de amor, de rectitud, sin un ápice de variación.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
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