jueves, 27 de diciembre de 2007

Grandes temas y manipulación comunicacional.

Por Eulalio Almonte-Rubiera

Los bombardeos inclementes y la lucha sin tregua que matizaron la primera guerra mundial, inclinarían definitivamente la balanza a favor del bando mas fuerte de todos cuantos protagonizaban o simplemente fueron arrastrados al conflicto bélico, pero convencer a la opinión mundial que se generaba en esos momentos acerca de la justeza de sus crudas acciones iba a precisar de algo que tendría que ir mucho mas allá de la razón que imponían las ondas expansivas de la pólvora explosionada, aquel producto final del extraordinario invento “made in china”.

Las quejas y protestas de la gente racionalmente preocupada por aquella guerra que desangraba naciones, mutilaba hombres, mujeres, ancianos y niños, y que con sangre de soldados abría nuevos cauces a ríos de desavenencias que inundaban los foros internacionales, obligaba a los estrategas del conflicto a procurarse formulas que permitieran justificarse ante los ojos desorbitados de quienes, por mas que se devanaban los sesos, no alcanzaban a entender la necesidad del exterminio que se verifica en los minutos de cada hora de cada día y años que pasaban.

Así, a mitad del siglo XIX vimos surgir, en medio del trepidar de las ametralladoras, un sonido diferente; el sonido de los discursos, el de las proclamas y mensajes, el de las noticias concienzudamente elaboradas por expertos de la comunicación contratados por quienes no tan pronto llegaron a la conclusión de que se hacia imperioso ganar otra guerra; la que se ubicaba al otro lado de las trincheras. Era preciso ganar la guerra en la opinión de la gente, y en particular la de aquellos que públicamente y con gran fuerza se inmiscuían en lo que hasta entonces parecía ser solo cosa de la competencia exclusiva de los estados. En cualquier momento, esa fuerza de opinión podría echar un balde de agua fría en los enrojecidos cañones de la guerra y cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Comenzó entonces la manipulación de la opinión pública, y se retorcieron los motivos reales de la guerra; se hizo ver al mundo que las cosas no tenían el color que la realidad asignaba al conflicto, y se dio paso a la inoculación de verdades inventadas en los laboratorios mediáticos. Toda persona que haya tenido una cedula de 3 o 4 dígitos podrá recordar que hasta en los cines se ofrecía el archifamoso Noticiario de la Metro Goldwing Mayer, narrado en la extraordinaria voz de Yopis de Olivares. Se iniciaba otra fase de la guerra. En muchos casos se apelo al uso de caricaturas, como todavía ocurre en nuestros días.

El tiempo ha cambiado, la tecnología ha avanzado a niveles insospechados, pero la educación en muchos de nuestros pueblos sigue siendo pobre, o poco mas que muy pobre, constantemente bombardeada por peones y alfiles de mecanismos en el cual el emisor encuentra siempre terreno propicio para el cultivo y expansión de sus sembradíos de mentiras, de fabulaciones, y todavía sigue tomando cuerpo la nunca bien gastada teoría de la aguja hipodérmica, desarrollada a través de medios de comunicación controlados por sectores oficialistas con los dineros del pueblo.

Se desvía a voluntad la atención que debía centrarse en los grandes problemas que afectan a países como el nuestro, y que necesitan de soluciones en el menor de los plazos. Hay quienes quisieran ver mas allá de la curva de los intereses, pero en algunos casos se carece de valor personal, o simplemente no se dispone de espacio ni de voluntad para traerlos a primer plano en los foros de discusión en lo que participe la gente de a pie, el profesional en formación o el técnico calificado.

En cuanto a la Republica Dominicana de nuestros días, la manipulación se hace más notoria en tiempos de elecciones, y lo es mucho mas cuando los que detentan el Poder político se ven en apuros frente a una población que de momento se la siente cansada de escuchar la recurrente melodía de los encantadores de serpientes.

Ahora mismo, y eso se ha venido repitiendo de tiempo en tiempo, se echa mano al manido expediente de la haitianización.

Ahora, cuando tenemos encima el tema electoral, cuando sobre el tapete estaban temas tan sensibles como el manejo torpe (¿?) de la presa de Tavera al paso de la tormenta subtropical “Olga”; cuando hay sectores cuestionando el destino dado a los dineros en dólares de un préstamo concertado sin aprobación del Congreso Nacional; cuando en el litoral oficial no aparece quien de respuestas a los cuestionamientos que se hacen por las muertes de pobres ciudadanos arrastrados por las crecientes de ríos; o cuando el ambiente esta saturado por denuncias de corrupción administrativa o la aprobación casi subrepticia de un Presupuesto y Ley de Gastos Públicos, se trae por las greñas el anuncio de la formación de un partido político Dominico-Haitiano, y se crea un revuelo, como si se hubiese soltado otro embalse de agua.

El tema ha sorprendido hasta a comunicadores avezados y de larga data, y los ha llevado a relegar a un segundo plano asuntos que deberían seguir preocupándonos. Nuevamente se nos utiliza como borregos receptores de manipulación comunicacional evidentemente orquestada por estrategas del consumismo de opinión, que de seguro se estarán riendo a mandíbulas batientes. A esos señores dedico los dos últimos párrafos de esta 'escribanza' mía.

Existe un ensayo de la autoría de Harold Lasswell publicado en 1927 bajo el titulo original en ingles de Propaganda Techniques in the World War (Técnicas de propaganda en la guerra mundial) en el que este maestro afirma que la propaganda, sobre todo a través de los medios de comunicación, iba a permitir conseguir la adhesión del ciudadanos a planes políticos determinados y que ello se haría sin necesidad de recurrir a la violencia, sino unicamente mediante la manipulación.

Eso lo tiene muy bien sabido gente que como el presidente de la Republica y candidato a la reelección, el doctor Leonel Fernández, estudiaron la aplicación que de manera científica se da a la comunicación cuando se la mezcla con la sociología y la antropología, pero a lo mejor, obnubilados por las apetencias políticas tienen a lo mejor la falsa creencia de que todos aquí somos un numero mas de los contabilizados en el ultimo informe de la UNESCO, y se sienten a gusto manipulando la opinión publica en un país sin educación. Craso error.

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