Por Eulalio Almonte-Rubiera
Los bombardeos inclementes y la lucha sin tregua que matizaron la primera guerra mundial, inclinarían definitivamente la balanza a favor del bando mas fuerte de todos cuantos protagonizaban o simplemente fueron arrastrados al conflicto bélico, pero convencer a la opinión mundial que se generaba en esos momentos acerca de la justeza de sus crudas acciones iba a precisar de algo que tendría que ir mucho mas allá de la razón que imponían las ondas expansivas de la pólvora explosionada, aquel producto final del extraordinario invento “made in china”.
Las quejas y protestas de la gente racionalmente preocupada por aquella guerra que desangraba naciones, mutilaba hombres, mujeres, ancianos y niños, y que con sangre de soldados abría nuevos cauces a ríos de desavenencias que inundaban los foros internacionales, obligaba a los estrategas del conflicto a procurarse formulas que permitieran justificarse ante los ojos desorbitados de quienes, por mas que se devanaban los sesos, no alcanzaban a entender la necesidad del exterminio que se verifica en los minutos de cada hora de cada día y años que pasaban.
Así, a mitad del siglo XIX vimos surgir, en medio del trepidar de las ametralladoras, un sonido diferente; el sonido de los discursos, el de las proclamas y mensajes, el de las noticias concienzudamente elaboradas por expertos de la comunicación contratados por quienes no tan pronto llegaron a la conclusión de que se hacia imperioso ganar otra guerra; la que se ubicaba al otro lado de las trincheras. Era preciso ganar la guerra en la opinión de la gente, y en particular la de aquellos que públicamente y con gran fuerza se inmiscuían en lo que hasta entonces parecía ser solo cosa de la competencia exclusiva de los estados. En cualquier momento, esa fuerza de opinión podría echar un balde de agua fría en los enrojecidos cañones de la guerra y cambiar el rumbo de los acontecimientos.
Comenzó entonces la manipulación de la opinión pública, y se retorcieron los motivos reales de la guerra; se hizo ver al mundo que las cosas no tenían el color que la realidad asignaba al conflicto, y se dio paso a la inoculación de verdades inventadas en los laboratorios mediáticos. Toda persona que haya tenido una cedula de 3 o 4 dígitos podrá recordar que hasta en los cines se ofrecía el archifamoso Noticiario de la Metro Goldwing Mayer, narrado en la extraordinaria voz de Yopis de Olivares. Se iniciaba otra fase de la guerra. En muchos casos se apelo al uso de caricaturas, como todavía ocurre en nuestros días.
El tiempo ha cambiado, la tecnología ha avanzado a niveles insospechados, pero la educación en muchos de nuestros pueblos sigue siendo pobre, o poco mas que muy pobre, constantemente bombardeada por peones y alfiles de mecanismos en el cual el emisor encuentra siempre terreno propicio para el cultivo y expansión de sus sembradíos de mentiras, de fabulaciones, y todavía sigue tomando cuerpo la nunca bien gastada teoría de la aguja hipodérmica, desarrollada a través de medios de comunicación controlados por sectores oficialistas con los dineros del pueblo.
Se desvía a voluntad la atención que debía centrarse en los grandes problemas que afectan a países como el nuestro, y que necesitan de soluciones en el menor de los plazos. Hay quienes quisieran ver mas allá de la curva de los intereses, pero en algunos casos se carece de valor personal, o simplemente no se dispone de espacio ni de voluntad para traerlos a primer plano en los foros de discusión en lo que participe la gente de a pie, el profesional en formación o el técnico calificado.
En cuanto a la Republica Dominicana de nuestros días, la manipulación se hace más notoria en tiempos de elecciones, y lo es mucho mas cuando los que detentan el Poder político se ven en apuros frente a una población que de momento se la siente cansada de escuchar la recurrente melodía de los encantadores de serpientes.
Ahora mismo, y eso se ha venido repitiendo de tiempo en tiempo, se echa mano al manido expediente de la haitianización.
Ahora, cuando tenemos encima el tema electoral, cuando sobre el tapete estaban temas tan sensibles como el manejo torpe (¿?) de la presa de Tavera al paso de la tormenta subtropical “Olga”; cuando hay sectores cuestionando el destino dado a los dineros en dólares de un préstamo concertado sin aprobación del Congreso Nacional; cuando en el litoral oficial no aparece quien de respuestas a los cuestionamientos que se hacen por las muertes de pobres ciudadanos arrastrados por las crecientes de ríos; o cuando el ambiente esta saturado por denuncias de corrupción administrativa o la aprobación casi subrepticia de un Presupuesto y Ley de Gastos Públicos, se trae por las greñas el anuncio de la formación de un partido político Dominico-Haitiano, y se crea un revuelo, como si se hubiese soltado otro embalse de agua.
El tema ha sorprendido hasta a comunicadores avezados y de larga data, y los ha llevado a relegar a un segundo plano asuntos que deberían seguir preocupándonos. Nuevamente se nos utiliza como borregos receptores de manipulación comunicacional evidentemente orquestada por estrategas del consumismo de opinión, que de seguro se estarán riendo a mandíbulas batientes. A esos señores dedico los dos últimos párrafos de esta 'escribanza' mía.
Existe un ensayo de la autoría de Harold Lasswell publicado en 1927 bajo el titulo original en ingles de Propaganda Techniques in the World War (Técnicas de propaganda en la guerra mundial) en el que este maestro afirma que la propaganda, sobre todo a través de los medios de comunicación, iba a permitir conseguir la adhesión del ciudadanos a planes políticos determinados y que ello se haría sin necesidad de recurrir a la violencia, sino unicamente mediante la manipulación.
Eso lo tiene muy bien sabido gente que como el presidente de la Republica y candidato a la reelección, el doctor Leonel Fernández, estudiaron la aplicación que de manera científica se da a la comunicación cuando se la mezcla con la sociología y la antropología, pero a lo mejor, obnubilados por las apetencias políticas tienen a lo mejor la falsa creencia de que todos aquí somos un numero mas de los contabilizados en el ultimo informe de la UNESCO, y se sienten a gusto manipulando la opinión publica en un país sin educación. Craso error.
jueves, 27 de diciembre de 2007
miércoles, 5 de diciembre de 2007
Honrando a los míos
Por Eulalio Almonte-Rubiera
En mi descendencia, que no es mucha, hay cuatro nietas y dos nietos, sobresaliendo por sus altas calificaciones escolares una adolescente de nombre Michelle Ortiz, quien desde ya aspira a convertirse en una medico pediatra, pero con la salvedad de que su titulo debe provenir de Harvard, una de las mas prestigiosas universidades del mundo. Ojalá que así sea, aunque hay que apretarse los cinturones para cabalgar esas cordilleras del saber.
Cuando tenía unos cuatro años, su madre Alessandra la envió a Santo Domingo para que se compenetrara con el idioma de sus ancestros, el español, y así lo hizo. Tiene gran dominio de la lengua de Cervantes, y es excelente en el idioma de Shakespeare, habiendo logrado 49 reconocimientos como una de las primeras estudiantes de su nivel en el estado de New Jersey.
Michelle lee como si quisiera devorar las paginas que caen en sus manos, y lo hace desde muy pequeñita, al punto que cuando la visitaba siempre revisaba mi auto para ver si había algún libro y pedírmelo prestado. El argumento fue siempre el mismo: “abuelito, te lo devuelvo mañana.”
Quiero a toda mi descendencia, aunque no podría ocultar mi admiración por Michelle.
Hecha la introducción, quiero decir que también admiro a otros que nada tienen de consaguinidad conmigo, ni mucho menos de afinidad profesional o política. Es el caso del doctor Pedro P. Yermenos Forastieri, a quien no conozco en persona y de quien tengo entendido que, además de columnista de El Nacional, ejerce la profesión de abogado. De su hermano, por boca de Alvarito Arvelo, he conocido que figura entre los más destacados dermatólogos del país.
En semanas atrás leí que Yermenos era miembro del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y que disgustado había renunciado. No me dio frío… ni tampoco calor, porque no es asunto que me incumba, porque de el tomo lo que me interesa, que es su estilo y de responsabilidad de decir y proyectar su pensamiento.
Cada vez que he tenido la necesidad de estrujar mi origen en la cara de alguien, hablo de mis padres, de don Tomas y de doña Matilde, símbolos que fueron de la pequeña sociedad en que di mis primeros pasos, y hablo con orgullo de los manantiales en que abrevé mis primeras enseñanzas: doña Carmen Jimeno de Rojas, doña Nena, doña Goya, de Isaac, de Nano, de Lucy Dalmasí, de doña Catalina Medina de Montes de Oca y de mi nunca bien recordado director en la “Casimiro Nemesio de Moya, el profesor Rene Díaz Madera.
Son referentes morales que ocupan sitial de primer orden en las profundidades de mi carácter y condición de hombre.
¿Y eso, que tiene que ver con el doctor Yermenos? Mucho. Este profesional habla de su padre, y lo hace con la reverencia de quien tiene la firme convicción de que por si y por respeto a sus padres, no habrá de falsear sus pisadas. De el he leído hoy una columna que quisiera sirviera de norte a muchos de los nuestros, para que por lo menos una vez en su vida honren a sus ancestros.
Yermenos trae ante nosotros, sus lectores, este párrafo ilustrativo de la reciedumbre de su padre, y yo me permito copiarlo, de manera que en el también pueda honrar yo, y usted, la memoria de los míos, de los nuestros.
Leamos:
“Querido Pedro Pablo, el comenzar una carrera universitaria implica sacrificios. Espero sigas el ejemplo de tus hermanos. Los vimos partir con el alma rota, pero sabíamos que había que darle paso. Salieron uno tras otro. Al ver tu partida, que es la última y quedándonos solos, el alma se nos destroza más. Sabiendo que con esta separación buscas nuevos horizontes y superarte en la vida, espero, si en realidad existe un más allá, desde él seguir bendiciéndolos y ayudándolos. Recuerden siempre con veneración y amor a su mamá, reconociendo que ustedes son parte íntegra de sus virtudes y ejemplo. Pedro Pablo, lleva siempre en tu vida la lealtad, honradez, gratitud y, sobre todo, seriedad. Con el amor verdadero de tu Papá.”
Ojalá que el mañana que nos espera a todos, mis nietos y nietas, y en particular la Michelle de mis sueños, pueda decirle al mundo que su abuelito la guió por las sendas que Dios ha reservado para ella, que todo lo creado por Dios están preñadas de amor, de rectitud, sin un ápice de variación.
En mi descendencia, que no es mucha, hay cuatro nietas y dos nietos, sobresaliendo por sus altas calificaciones escolares una adolescente de nombre Michelle Ortiz, quien desde ya aspira a convertirse en una medico pediatra, pero con la salvedad de que su titulo debe provenir de Harvard, una de las mas prestigiosas universidades del mundo. Ojalá que así sea, aunque hay que apretarse los cinturones para cabalgar esas cordilleras del saber.
Cuando tenía unos cuatro años, su madre Alessandra la envió a Santo Domingo para que se compenetrara con el idioma de sus ancestros, el español, y así lo hizo. Tiene gran dominio de la lengua de Cervantes, y es excelente en el idioma de Shakespeare, habiendo logrado 49 reconocimientos como una de las primeras estudiantes de su nivel en el estado de New Jersey.
Michelle lee como si quisiera devorar las paginas que caen en sus manos, y lo hace desde muy pequeñita, al punto que cuando la visitaba siempre revisaba mi auto para ver si había algún libro y pedírmelo prestado. El argumento fue siempre el mismo: “abuelito, te lo devuelvo mañana.”
Quiero a toda mi descendencia, aunque no podría ocultar mi admiración por Michelle.
Hecha la introducción, quiero decir que también admiro a otros que nada tienen de consaguinidad conmigo, ni mucho menos de afinidad profesional o política. Es el caso del doctor Pedro P. Yermenos Forastieri, a quien no conozco en persona y de quien tengo entendido que, además de columnista de El Nacional, ejerce la profesión de abogado. De su hermano, por boca de Alvarito Arvelo, he conocido que figura entre los más destacados dermatólogos del país.
En semanas atrás leí que Yermenos era miembro del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y que disgustado había renunciado. No me dio frío… ni tampoco calor, porque no es asunto que me incumba, porque de el tomo lo que me interesa, que es su estilo y de responsabilidad de decir y proyectar su pensamiento.
Cada vez que he tenido la necesidad de estrujar mi origen en la cara de alguien, hablo de mis padres, de don Tomas y de doña Matilde, símbolos que fueron de la pequeña sociedad en que di mis primeros pasos, y hablo con orgullo de los manantiales en que abrevé mis primeras enseñanzas: doña Carmen Jimeno de Rojas, doña Nena, doña Goya, de Isaac, de Nano, de Lucy Dalmasí, de doña Catalina Medina de Montes de Oca y de mi nunca bien recordado director en la “Casimiro Nemesio de Moya, el profesor Rene Díaz Madera.
Son referentes morales que ocupan sitial de primer orden en las profundidades de mi carácter y condición de hombre.
¿Y eso, que tiene que ver con el doctor Yermenos? Mucho. Este profesional habla de su padre, y lo hace con la reverencia de quien tiene la firme convicción de que por si y por respeto a sus padres, no habrá de falsear sus pisadas. De el he leído hoy una columna que quisiera sirviera de norte a muchos de los nuestros, para que por lo menos una vez en su vida honren a sus ancestros.
Yermenos trae ante nosotros, sus lectores, este párrafo ilustrativo de la reciedumbre de su padre, y yo me permito copiarlo, de manera que en el también pueda honrar yo, y usted, la memoria de los míos, de los nuestros.
Leamos:
“Querido Pedro Pablo, el comenzar una carrera universitaria implica sacrificios. Espero sigas el ejemplo de tus hermanos. Los vimos partir con el alma rota, pero sabíamos que había que darle paso. Salieron uno tras otro. Al ver tu partida, que es la última y quedándonos solos, el alma se nos destroza más. Sabiendo que con esta separación buscas nuevos horizontes y superarte en la vida, espero, si en realidad existe un más allá, desde él seguir bendiciéndolos y ayudándolos. Recuerden siempre con veneración y amor a su mamá, reconociendo que ustedes son parte íntegra de sus virtudes y ejemplo. Pedro Pablo, lleva siempre en tu vida la lealtad, honradez, gratitud y, sobre todo, seriedad. Con el amor verdadero de tu Papá.”
Ojalá que el mañana que nos espera a todos, mis nietos y nietas, y en particular la Michelle de mis sueños, pueda decirle al mundo que su abuelito la guió por las sendas que Dios ha reservado para ella, que todo lo creado por Dios están preñadas de amor, de rectitud, sin un ápice de variación.
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